La crisis de la fe es un drama que habita en el corazón de cada
creyente. Un drama que viene acompañando nuestra historia de Salvación como
creyentes pero también nuestra propia historia de Salvación como creyentes
individuales. Nos acordamos del pueblo de Israel, un pueblo de cerviz dura que
después de recibir y experimentar, ver, contemplar… las maravillas de Dios en
todos los sentidos no piensan en otra
cosa sino en moldear un becerro de oro y proclamarlo como su dios. La sagrada
escritura nos presenta figuras ejemplares de amigos de Dios como Moisés (que
hablaba con Dios como con un amigo) deseando morir ante la “inexpectativa” traidora del pueblo elegido <<…este pueblo ha cometido un gran pecado…con
todo dígnate perdonar su pecado pero si no, bórrame del libro que has escrito>>.
Es la súplica de una toma de conciencia de la grandeza de la misión, de la
dificultad de esta misión y de abandono reconociendo nuestra pequeñez ante este
servicio. Job, hombre justo ante Dios nos viene a interrogar ¿existe una justicia
divina? y si es así ¿por qué el hombre inocente y justo sufre muchas veces
desdichas, humillaciones, el rechazo incluso la persecución? ¿Una fe
interesada? Ante todos los sufrimiento que pudo pasar Job, no llegó ni un
momento a pecar con sus labios así como se lo aconsejaba su mujer <<
¿todavía sigues empeñado en tu integridad? ¡Maldice
a Dios y muérete!>> A la cual Job contestó << Si aceptas el bien que Dios nos envía, ¿por
qué no aceptar la desgracia?>>Job vuelve en medio de dolores
tormentosos a bendecir a Dios, su fe no
puede ser interesado sino totalmente desinteresado.
Hoy nos encontramos con el Profeta Jeremías que recibe la promesa
divina <<antes de formarte en el
seno te conocí, antes que nacieses te consagré…no tengas miedo pues yo estoy
contigo para salvarte>>, pero Israel ha quebrantado la alianza con su
Dios, se ha pervertido y ha buscado una aparente protección en otros dioses y
falsos profetas. Israel ha olvidado a su Único Dios. Ante esta situación
humanamente irremediable, el profeta Jeremías siente desilusión, resignación y
lamenta << la palabra del Señor se
ha vuelto oprobio y desprecio para mi>>. Jeremías lleva una vida
dedicada a proclamar y exaltar al único Dios y condenando a aquellos que se
apartan de sus caminos. Pero la calumnia, el rechazo, la humillación, el
desprecio, la persecución… destrozan su
corazón y se encuentra ante una crisis de fe, una crisis interior ¿por qué el
camino de los impíos es feliz? (Jr 12:1). Israel desea oír buenos oráculos,
claro, de falsos profetas mientras las palabras de Yahvé a través de Jeremías
les incomodan, les desespera. La situación
es tanto así que Jeremías siente un desconcierto total, el pueblo se burla de
él y siente que el mismo Dios le provoca esa crisis tan grave cuando
principalmente le mostró su pequeñez y éste le prometió estar con él. <<Me sedujiste Señor y me dejé seducir>>,
es más se siente forzado << me
forzaste, y me pudiste>>. Esa palabra acogida lo persigue así como a
sus enemigos, no hay manera de deshacerse de Él y por eso prefiere como otro
Job no haber nacido.
Y nosotros como cristianos creyentes y practicantes ¿Cuántas veces nos dejamos
llenar de ilusiones vanas, de esperanzas vacías, palabras de profetas falsos
que no hacen nada sino como guías ciegos nos conducen a un hoyo? ¿Cuántas veces
nos incomoda la justicia, lo recto, la verdad, el compromiso cristiano y nos
conformamos con palabras suaves y dulcificantes? ¿Cuantas veces preferimos
callar la injusticia porque así no nos implicamos? Cuantas veces incluso
repetimos las mismas palabras de Job, de Jeremías y de tantos otros santos
¿Dónde está Dios tu justicia? ¿Cuantas veces experimentamos la ausencia de Dios
sobre todo cuando pasamos una mala raya? ¿Cuántas veces nos sentimos
indefensos, engañados por lo que creemos ser “felicidad Evangélica” y decimos
si no públicamente con la boca chica <<Dios me ha abandonado>>? Cuantas veces aconsejamos o nos dejamos
aconsejar ¡<<Olvídate de ese Dios y
muere>>! Pero es aquí la grandeza de la palabra al alma fiel: la
seducción de Dios en estos momentos difíciles, de incertidumbre, de duda, de
sufrimiento. La palabra del inconcebible permanece operante en nosotros,
intentamos olvidarnos de Él, pero su Palabra quema en nuestros adentros y ya no
podemos dar marcha atrás. Es este un misterio grande y solo la persona
apasionada por Dios puede verlo así.
La segunda lectura del apóstol san Pablo a los romanos nos viene a
insistir en lo mismo, que no nos dejemos llevar por la corriente sino
transformado por la renovación de la mente, sepamos discernir como cristianos
lo que es justo. Y todo lo que no brota
del amor y se basa en el amor, no puede ser de Dios ni agrada a Dios tenga la
motivación y la meta que tenga.
El domingo pasado veíamos a un Pedro que declara con mucha valentía
<<Tu eres el Mesías, el Hijo de
Dios Vivo>> y Jesús lo alaba por poderle revelar por gracia de Dios
como el Mesías, enseguida Jesús le confía su Iglesia. En este domingo nos desconcierta
una actitud fuerte de Jesús para con Pedro << quítate de mí satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los
hombres, no como Dios>>. Pedro debió buscar donde meterse ante tal
increpación del Maestro. ¿Un Mesías crucificado? << ¡No lo permita Dios, Señor!>> le dice Pedro,
<< Eso no puede pasarte>>.
Jesús no niega ser el Mesías esperado ni niega ser el Hijo de Dios, pero hay un problema,
incluso sus seguidores, no han captado bien su Mesianismo. Esperan como otros
un salvador potente, un líder poderoso que vencerá sobre el pueblo elegido. Al
contrario, Éste Mesías es Aquel que se ha bajado para mezclar con nuestra
humanidad, es el Mesías humilde aún desconocido, sin alardes, sin clamores, sin
ningún poder terrenal, que se pone al servicio de todos y especialmente a los
que repugnan, incluso entrega su propia vida para rescatarnos. ¡Vaya
Mesianismo! ¡Pues aquí que se salve a cada uno como mejor pueda! y aun diríamos
¡qué escándalo!
Sí, este es nuestro Mesías en quien creemos y confiamos, a quien
queremos y por quien hemos optado seguir sus huellas nosotros los cristianos,
no podemos confundirlo con otros intereses lejos de ésta opción de vida. Fuera
otros dioses ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su
vida? Herman@s difícilmente entenderemos a Jesús sin el recuerdo del árbol de
la vida, de su Pasión. Y nuestra vida no será definible sin integrarse en el
misterio de la cruz. ¿Por qué digo esto? ¿Es necesario sufrir como cristiano?
El dar la vida en rescate de otros supone, propia negación, entrega total,
compromiso fiel, partir y repartirse por el otro. Es decir “No” a tantas
injusticias comenzando con nuestro ejemplo y esto para algún@s será una espina
dolorosa. Pero también animar, alentar, sostener, crear nuevas maneras de dejar
este mundo mejor que como lo encontramos. La bola está en nuestras propias
manos, o somos, o no somos, porque sencillamente no podemos ser incoherentes
con lo que profesamos.
Pues sabiendo que sin la fuerza de lo alto no podemos, nos abandonamos
a la voluntad divina, disponibles para que Él nos haga imágenes auténticas suyas. Ponemos nuestro
corazón para que Él nos llene de su fuerza en
los momentos que aparentemente nos parece ausente, Él está fuertemente
presente en nosostr@s. Que sean momentos en que crezca más nuestra fe, nuestro
amor hacia Él y al prójimo, que nos haga valientes en nuestra entrega, en
nuestros compromisos cristianos.
Paz y bien a tod@s y fraternalmente unidos
Hna. Catalina Mª Inmaculada Ohp
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