NADA SURGE DE LA NADA
Muchas personas aún hoy en
el siglo veinte y uno siguen inconscientemente o conscientemente resistiéndose
en su corazón que existe un Ser superior al hombre. Un Ser al que le cuesta
darle nombre. Éste es Aquel a quien los que creemos y somos cristianos llamamos
Dios, el Nombre sobre todo nombre. Basta con poner en el google ¿existe o no
existe Dios? para afirmar este argumento. Hay cantidad y cantidad de personas que
siguen esperando un milagro para creer.
Pero también es muy curioso
que hoy en día existan muchas personas que teniéndolo todo (según piensan),
honor, un buen puesto de trabajo, dinero, placer etc. siguen viviendo como si
no tuvieran nada. Noches intranquilas, agobiándose cada día que amanece, buscar
y buscar sin satisfacer, desear lo que ni el dinero ni la herencia pueden
comprar. ¿Qué es lo que realmente pasa? A menudo no se oye eso de que ¿mientras
más se tiene o se gana se es más feliz?
Constantemente nos abruma el
miedo de perder la poca seguridad que pretendemos tener porque, << allí
donde está nuestro tesoro está nuestro corazón>> Si la verdad no nos diera
vergüenza de nosotros mismos
levantaríamos la voz y daríamos la alarma que << la riqueza no
proporciona la felicidad humana en su plenitud porque si no te falta la riqueza
material, te faltará la alegría, la humildad, la paz etc. >> Todas las
pasiones de este mundo hermanos, no dan la felicidad plena que todos deseamos.
Por eso cada vez optamos por levantar muros que nos protejan, que nos aseguren
en ese pequeño mundo interior en el que vivimos encerrados con miedo a
resfriar, miedo a que nos pase algo nuevo que nos incomode, miedo a lo
desconocido, y día tras día vivimos agobiados. No nos faltará la salud, ni la
comida, ni siquiera algo para beber. Tendremos familia y amigos, vacaciones y
todo lo que esté a nuestro alcance pero nuestro corazón vive en una continua
inquietud, vive en un claroscuro de vida. ¿Por qué entonces esta inquietud
teniéndolo todo? Porque realmente nos falta todo. Éste todo es la Solemnidad
que celebramos hoy los cristianos <<La Santísima Trinidad>>. Dios
Trino y Uno, donde se cimenta nuestra fe cristiana.
Este destino desconocido por
muchos, ignorado y rechazado por otros lo llamamos la Patria Celestial, es la
Casa del Padre de que nos habló Jesús, el Mesías << en la casa de mi
Padre hay muchas moradas y de no ser así ya os lo habría dicho>>
Existe un vacío, un hondón
en el corazón humano y este vacío necesita llenarse pero Dios juzgó conveniente
dejarnos la libertad plena de elección. Elegir la felicidad que ofrece Él o la
del mundo, esta es la felicidad “barata”. Muchos desgraciadamente eligen por
llenarlo con lo caduco, es esa vida que carece de sentido, que no nos deja
aceptarnos como criaturas limitadas ni aceptar al otro que es distinto a mí y
que tenemos el mismo destino. Hay muchos que siguen apoyando sus razonamientos
en teorías humanas y que luchan por nublar de una manera u otra que haya un Ser
tan Potente y tan Presente que ha creado y que conduce el mundo. Nada explota
de la nada y nadie jamás ha conocido la mente de Dios sino a su Hijo, el
enviado y su Espíritu Santo, Tres personas en un solo Dios. Dios nos creó a su
imagen y a Él solo le debemos nuestro Ser. Por lo tanto el ser humano es un ser
divino, habitado por las tres personas de la Santísima Trinidad. Tres personas
que no se reparten la única divinidad sino que cada una de ella es Dios. Es
decir distintas entre sí por sus relaciones de origen pero no solitarios. El
Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado y el Espíritu santo es
quien procede.
Cristo Dios y hombre
verdadero fue la imagen completa del Padre. Una imagen que a la vez poseemos
todos nosotros y por lo tanto toda vida humana que no se centre en Cristo
pierde la posibilidad de alcanzar la plenitud de su ser. Por eso muchas veces
andamos tras una búsqueda de lo infinito porque nada de lo que tiene el hombre le sacia totalmente. <<
El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó, para que al hombre perfecto,
salvara a todos y recapitulara todas las cosas>> Pues Cristo es el gozo
cristiano, el centro de la humanidad y su plenitud total. El domingo pasado, en
el día de Pentecostés celebramos esa plenitud de la Trinidad Divina, cuando
Dios Padre (y nadie es padre como lo es Dios) nos envió el Espíritu Santo como
la vez primera a los apóstoles una vez
que Cristo (su Hijo amado) es glorificado.
Éste es el grito que habita
en cada corazón hecho a imagen de Dios. El corazón humano por ello tiende a
buscar algo más profundo, más completo pero nuestra flaqueza y debilidad son
grandes para reconocer que ya ese Ser divino habita en nosotros desde que
fuimos concebidos en la mente de Dios. Es una verdad en la que nosotros los
cristianos nos sentimos muy afortunados. Quien a Dios posee, todo lo posee y
cuando por el pecado, que también en nosotros habita parece que se apagan las
fuerzas, Él nos tiende su mano poderosa, aquella mano que hizo triunfar a Cristo y
nunca se desploma. De ahí renace de nuevo la fuerza y la esperanza de un cielo
nuevo y una tierra nueva.
Nosotros los cristianos pues
no eliminamos nada de lo humano sino que damos la plenitud de Cristo que en
nosotros habita y nos libera de la miseria. Hombres divinizados y redimidos en
Cristo, hombres llenos de sentido, y libres para amar con una libertad
interior, total, cabal. Saldremos pues como nos recordaba San Juan Pablo II a
la calle sin ningún miedo y sin ánimo de ofender a nadie, a vivir nuestra fe
con alegría, a aportar a los hombres la salvación de Cristo que debe penetrar
en las familias, en las escuelas, en la cultura y en la vida política. Porque
Dios Trino y Uno puede y debe estar presente en el mundo. Todo lo que somos y
tenemos viene de Él y no podemos sino devolvérselo en son de alabanza y continua acción de gracias.
Hermanos recordando el
saludo litúrgico os despido con estas palabras << que la gracia de Jesucristo,
el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo>> nos ayuden a
participar en su misma vida como cristianos que somos.
Paz y bien herman@s en esta
Solemnidad de la Santísima Trinidad.
Hna. Catalina Mª Inmaculada Ohp
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