<<HACED ESTO EN
MEMORIA MÍA>>
En esta Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de
Cristo, la Iglesia católica hace un memorial especial con un culto público y
una solemne adoración a la presencia
real de Jesucristo en la Eucaristía. Acto que se repite cada vez que se celebra
la Eucaristía. Una Solemnidad que en algunos países se celebra el jueves
después de la Santísima Trinidad, y en otros, como en nuestro caso, en el
domingo siguiente a la de la Santísima Trinidad. Una celebración que para
nosotros los cristianos es la misma fuente de la vida, la manantial en donde se
sacia nuestra sed, una celebración fraterna que no excluye a nadie sino que nos
acerca al abrazo caluroso del Padre, al Amor de los amores, a nuestro origen y
a nuestra meta, al Cuerpo entregado y a la Sangre derramada, signo del banquete
del Reino, <<el cuerpo y la sangre
de Cristo>>. Hoy en la segunda antífona del oficio escuchamos esa
llamada que siempre Dios nos hace <<
el que tenga sed que venga a mí y que beba en la fuente eterna>>.
¿En qué fuente realmente saciamos nuestra sed?
¿En el Señor? ¿En mis caprichos? A menudo nos vemos en busca de otras fuentes
que claro ¡eso de la Biblia es muy exigente! ¿Y la Iglesia? ¡Si nada más entrar
en la Iglesia y lo primero que escucho es “reconozcamos nuestros pecados”! Y,
esto me confronta y luego me compromete a dejar a aquello que a mí me llena, me
alegra, me da vida. ¿En qué fuente bebemos? ¿Qué es lo que realmente llena mi
vida?
Muchas veces con el hecho de que aprueben lo
que hago, lo que digo, lo que pienso, eso me basta, y cuando no, nos venimos abajo.
Otras veces por tener éxito, por tener una buena paga o tener un grupo “guay”
con que puedo salir, ir y venir. Otras veces con el simple hecho de que hablen
bien de nosotros, parece que lo hemos tenido todo. Y todo pierde su valor hasta
tal punto que ya no añoramos a la persona amada con la que quisiera vivir, sino
a aquel que esté bien colocado o colocada. Y esto desgraciadamente sigue día a
día hasta que un buen día la vida nos lleve la contraria y nos caigamos del borriquito.
Es un momento muy oportuno de preguntarnos en
serio ¿realmente en qué fuente bebe mi persona, mi vida? Parece que tenemos
bastante con ser bautizados y poseer el nombre de cristiano. Hace más o menos un año que en una conversación con una señora,
ésta me decía, yo rezo mucho y amo mucho a la Virgen, yo la invité a un encuentro de oración que
teníamos, a lo que la señora me contestó:
¡ uh hace mucho tiempo que no entro en la iglesia, desde que murió mi
abuela cuando tenía catorce años!. La miré y pensé ¡catorce años y ya tiene más
de cincuenta! Sentí una lástima porque ella estaba muy convencida de su vida.
Pues hoy Jesús nos dice: << el que
tenga sed que venga a mí y que beba en la fuente eterna>>
Al terminar su vida terrenal, una vida
entregada toda ella por la vida de los suyos Jesús no puede, sino, ofrecerse
amando hasta el fin con el realismo de distribuir a a los suyos el pan de la
cena y la copa del vino que serán bien pronto símbolos de su mismo cuerpo y su
misma sangre. Un sacrificio que Jesús ofrece de una vez para siempre, << una vez por todas>> y que tiene
tanta importancia y tanto valor que Él ordenó a sus discípulos << Haced
esto en memoria mía>>. De ahí que, lo que realmente celebramos es que
en la comida fraterna del pan y del vino Eucarísticos, Jesus se nos hace presente aquí y ahora, se
hace presente en nosotros. Él es el Pan vivo bajado del cielo y creemos que al
que coma de este Pan y bebe de su sangre vivirá para siempre. Como cristianos también
nos comprometemos en la unidad comunitaria con la Iglesia universal al comer el
mismo pan y beber el mismo vino.
En
la segunda lectura del Oficio de lecturas de este día nos encontramos con una
preciosidad de lectura de Santo Tomas de
Aquino con la cual miraremos nuestro compromiso cristiano. Dice en esta obra,
hablando de Jesus << por nuestra
reconciliación ofreció sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a
Dios, su Padre y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño
sagrado que nos salva…. >>. Y, en el responsorial de la misma se nos
dice <<Reconoced en el pan al mismo
que pendió en la cruz; reconoced en el cáliz la sangre que brotó de su costado.
Tomad pues y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed su sangre. Sois ya
miembro de Cristo. Comed el vínculo que os mantiene unidos, no sea que os disgreguéis,
bebed el precio de vuestra redención, no sea que os despreciéis>>
Ante
estas palabras no podemos sino hacer un camino hacia dentro, al encuentro con
nosotros mismos. Un camino que ojalá no nos lleve a la cerrazón propia, sino
que nos conduzca a descubrir lo central de nuestra vida, lo que realmente
importa. Ya sabemos por experiencia que todo lo que lleva a la división como
cristianos no es de Dios. Dios Padre, Jesus, el Hijo y el Espíritu santo, tres
personas en un solo Dios son prototipo de unidad y solidaridad, y, esa unidad y
solidaridad ha de aflorar en nuestras comunidades cristianas y en la iglesia
universal. Habrá muchos razonamientos muy buenos, pero todo lo que lleve a la
división no puede venir de lo alto. La Eucaristía es vínculo de unidad y allá
donde hay unidad, también hay justicia, misericordia, amor, comprensión,
aceptación, perdón, humildad...alegría.
Allá donde hay unidad, es porque se ha hecho real, el rostro de Cristo
en el hermano, en la hermana.
Que
esta Solemnidad sea fuente de vida y fortaleza para todos nosotros y que nos
ayude a cimentar nuestro compromiso como cristianos en Cristo. También que nos
ayude a saber cómo llevar a otros esta alegría de haber encontrado el sentido
pleno de nuestra vida.
Paz
y bien a tod@s y mis mejores felicitaciones
Hna. Catalina Mª Inmaculada Ohp
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