domingo, 25 de junio de 2017

EL CENTRO DE NUESTRA MIRADA


EL CENTRO DE LA MIRADA
Hace un día que estuve en el aeropuerto de Adolfo Suarez Barajas para recoger a una hermana que llegaba. Todo sucedió con mucha calma, tranquilidad y serenidad. Cansadas claro que sí, de casi cinco horas de camino, pero contentas. De vez en cuando miraba a la pantalla para ver el estado de los vuelos, algunos con pocos retrasos pero bueno todo proseguía con mucha calma. En aquella sala de espera había gran cantidad de gente, cada uno en lo suyo, niños, jóvenes, mayores, policías, viajeros y muchos trabajadores.
Pasó algo más de una hora en espera, pero con la esperanza de un encuentro gozoso. Ya casi llegaba la hora prevista para la llegada cuando indicaron en la pantalla “en Tierra”. Todos nos acercamos a aquella puerta de salida y allí tuve una muy buena experiencia, ¡preciosa! como se dice.
Hubo un momento de silencio, y una brisa suave que corría, casi nadie hablaba. Eran todas caras felices y a mi aquello me llamó la atención. Pasé la mirada a mí alrededor y contemplé la satisfacción que transmitían aquellas personas. Era un ambiente de alegría, de una espera ansiosa, tal vez de agradecimiento, momentos que solo permitía estrechar las manos y abrazar sin más, momento de comerse a besos, momentos de una sonrisa verdadera, pacifica, genuina… Se nos había olvidado el cansancio, el calor, los obstáculos del camino, nuestras enfermedades, nuestros problemas cotidianos.
Momentos en que se nos olvidaron todas las penas y que bien se percibía que lo que reinaba en el corazón era alegría y paz, felicidad, un amor que desbordaba. Y todo esto se resumía en un solo detalle “en el centro de nuestra mirada”.
Estaba aquella puerta donde no nos cansábamos de mirar, aquello me pareció a mi muy bonito. Un acto tan simple como la mirada y una sonrisa que conducía a todo el que salía por esta puerta responder con gratitud y satisfacción. Encuentros de amor, colmados de alegría y felicidad y viendo aquello aprendí una verdad, “que el sufrimiento, llevado con paciencia y amor, no nos puede robar la felicidad y mucho menos la fe y nuestra esperanza”, que experimentamos en la vida.
En la primera lectura de este domingo nos encontramos con el Profeta Jeremías que después de recibir una fuerza irresistible de la palabra de Dios encuentra rechazo. Jeremías ante tal situación decide no hacer mas caso al Señor en un momento de desesperación. Un momento de conflicto con Dios y con los hombres, pero este camino arduo desemboca en una paz y seguridad completa, “Señor tu sondeas lo íntimo del corazón, en ti encomiendo mi causa”, pues siente en sí a Dios su protector, su todo.
Cuántas veces nos vemos asediados por tantas preguntas sin respuesta, ¿por qué tengo esta enfermedad? ¿Por qué el fracaso se palpa por todos los lados en mi casa? ¿Por qué Dios me llevó a mi hijo? ¿Por qué, por qué por qué…? Y cada día, cada hora más preguntas…
Lo cual reafirma la segunda lectura de la carta a los Romanos “vencer el mal a fuerza de bien”. No podemos quedarnos atrapados en este mundo que constantemente ofrece medios que esclavizan el ser humano porque continuamente Dios nos llama a librarnos de esas fuerzas del mal, Dios no se contenta con solo ayudarnos sino a llamarnos a Él, para reinar con Él compartiendo su gloria.
Dios, rico en misericordia, creó al mundo y lo visitó para salvarlo como un solo Todo unido a Cristo. Todos somos arrastrados por la corriente del mal, pero todos también somos salvados por Cristo en la medida en que nos hacemos solidarios con su obra.
¿Dejamos que el mal tome poder en nosotros o más bien luchamos continuamente sabiendo que solos no podemos en esta batalla?
El Evangelio nos recuerda que somos rebeldes y nos hace una pregunta muy preciosa ¿dónde hay mayor amenaza, en Dios o en el hombre? “Temed pues al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo”.
El cristiano solo puede tener la mirada fija en Dios, Él es nuestro centro. Nuestro centro de atención, de mirada, de nuestro caminar…Él es la única y verdadera puerta que nos conduce hacia la vida eterna, hacia la patria celestial. No este orden injusto, impuesto por el más fuerte, sino viviendo de la fe, sabiendo que quien vive la verdad inquieta a muchos. Saber decir “no” a lo que no se inspire en criterios evangélicos aunque esto suponga sacrificar nuestra propia vida.

Muy feliz domingo a tod@s, paz y bien
Hna. Catalina Mª Inmaculada

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