domingo, 28 de mayo de 2017

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN

LA ASCENSIÓN  DEL SEÑOR

Nos encontramos ante un misterio de Cristo que en su tiempo dio mucha bulla por su peculiaridad, no perceptible por los sentidos humanos pero un hecho cierto y real. El misterio de la << la subida visible de Cristo a los cielos>> cuarenta días después de su Resurrección delante de sus apóstoles. Un hecho que recogen varios escritos de la Sagrada Escritura. Los Evangelios Sinópticos nos ofrecen unos detalles, no menos importantes e interesantes que  en los Hechos de los apóstoles, los cuales nos dan una descripción con más detalles de esta subida visible e innegable.

Me interesa enormemente recoger unos detalles, por ejemplo;

-Lc 24: 50-53 nos dice, << Después los condujo fuer hasta las inmediaciones de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y se lo llevaron al cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Y estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios>>. (Betania está en las proximidades del monte de olivo, ¿allí pudo ser la Ascensión?)
-Mc 16: 19 se limita a decirnos que << Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue recibido en el cielo y se sentó a la diestra de Dios>>.
-Hch 1: 9-12 <<  Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo>>. ¿En el Monte de olivos?

Otros Escritos que hacen referencia a este hecho serán:

-Efesios 4: 8-10/ 1 Tim 3: 16/ Jn 6: 62, 20: 17 etc.

Actualmente en el Monte de Olivos se encuentra la capilla de la Ascensión.

También el  número cuarenta tiene su peculiaridad en  las Sagradas Escrituras. Por ejemplo:

-Cuarenta los años que el pueblo de Israel atravesó el desierto antes y después de su infidelidad, momento de gran prueba y maduración de la fe

-Son cuarenta días los que Jesús pasa en el desierto después del Bautismo por Juan y es tentación por Satanás. Tiempo de prueba y maduración.

-Hay cuarenta días después de la Resurrección y Jesús después de haber manifestado varias veces a sus apóstoles, les muestra ahora aquella última aparición de su vida terrestre.

-Así mismo, cuarenta son las semanas que el niño pasa en el seno materno, tiempo de maduración de un nuevo nacimiento

En este tiempo ¿será el tiempo de un nuevo nacimiento? ¿Tiempo de una maduración espiritual acerca de nuestra fe cristiana? Si así fue para los Apóstoles, para nosotros los creyentes mucho más.

Muchos de los escritos del Nuevo Testamento nos hablan de  la exaltación de Cristo junto a su Padre después de su Resurrección, gozando de la plenitud celestial, sentado a la diestra de Dios en la gloria y desde allí ha de venir en la Parusía. Unen la Resurrección con la Ascensión del Señor tal vez aferrándose a aquella conversación de Jesús con la primera apóstol, Mª Magdalena en el domingo de la Resurrección << No me toques porque todavía no he subido al Padre>>. Esto lo recogen las siguientes citas: 1Jn 2,1; Mc 14, 62; Rom 8, 34; 1 Tes 1,10 4,16; Col 3,4 etc.

 La visión lucana a su vez  nos  muestra a Jesús que se presenta a los suyos y lo reconocen varias veces antes de su Ascensión definitiva, esto es la manifestación visible de Cristo a los cielos. Lucas nos habla de Jesús que aparece a los discípulos reunidos en ausencia y presencia de Judas, también  a los dos entristecidos y desanimados rumbo a  Emaús, aparece al lado del lago y comparte el pescado asado con sus discípulos. En esta manifestación definitiva a la que se refiere Lucas nos dice que <<Jesús sacó a los discípulos hacia Betania lugar de la subida a los cielos>>.  Así lo atestiguan otros Escritos: Jn 20, 14-16, 28/ Jn 21,1-23/  Hech 9, 3-6 etc

El Evangelio de Mateo que seguimos en este Año A, nos habla de que <<los discípulos van a Galilea al monte que Jesús les había indicado y les hace el envío Universal>>. Este Evangelio también concuerda con el anuncio de la primera apóstol, María Magdalena en la mañana de la Resurrección cuando Jesús pide que dijera a sus discípulos que vayan a Galilea y allí lo verán.

Fuera cual fuere la versión ninguna niega la otra y las dos se complementan mutuamente. 
Esta última ida de Cristo,  partida que precede a la efusión del Espíritu Santo nos abre el camino al cielo. Jesús lleva consigo toda la humanidad hasta el corazón del Padre. ¿Entonces ya todo está hecho? ¿Hay que cruzar las manos y esperarnos? Absolutamente NO.  Nada de eso.

En mi tierra, en lo que llamamos, la escuela dominical, para que los niños comprendieran el Evangelio del domingo, les mostrábamos una imagen que recogía los detalles del Evangelio.

Es de mucha importancia utilizar una imagen para intentar comprender este misterio de la elevación del Señor:

¿Sabemos cómo se injertan los arboles? Pues bien: supongamos que Dios Padre es el árbol ya crecido y frondoso, y Jesús su Hijo con el Espíritu Santo son las raíces y la savia respectivamente, por su parte toda la humanidad, tú y yo venimos a ser esa plantita frágil y débil que se injerta en el árbol frondoso. Este esqueje crece en la medida en que entra en comunión, en la intimidad con el árbol. Esto es, Cristo nos lleva al Padre a todos sin excepción de nadie, pero cada uno, cada ser humano asciende al Reino eterno en la medida que vaya fortaleciendo su unión íntima con el Padre. En la medida en que “chupemos” por así decirlo,  de nuestra savia que nos ofrecen las raíces. En la medida en que abracemos nuestra raíz ¡Vaya tarea! ¡Mucha!. ¡Vaya responsabilidad! Mucha. Pero Él no nos deja huérfanos ya nos enviará el Paráclito.

¿Y qué haremos  si Jesús sube a los cielos y nos deja en este mundo envuelto en tantas contradicciones?  El cielo no está absolutamente en un lugar lejano de nosotros, está dentro de cada uno de nosotros. Jesús nos mostró  con cada detalle el rostro de su Padre amoroso. Jesús pasó la vida amando haciendo todo lo que veía hacer su Padre: AMAR. Pues si Dios es AMOR, allá donde hay Amor está el cielo. ¿Tienes un pedazo de corazón que derrocha Amor? Pues bendita y bendito eres tú,  porque posees el Reino en ti, ¡regálalo a todos sin reserva!

¡Qué bien y qué detalle más hermoso! Porque un hermano nuestro, ¡uno de nuestra raza está con su Majestad, sentado a la derecha del Padre! Ya no puede haber temor. Ya no puede haber miedo a la muerte, si Cristo el Señor nos aguarda a la llegada, si cada día que amanece asoma por la ventana de nuestro corazón a ver si retornamos a Él. Ya no puede haber miedo a nuestra suerte como cristianos, nada nos podrá separar del Señor, ni la muerte, ni el abismo, ni el pecado. Porque Él vendrá a nuestro corazón pobre pero disponible a su obrar, porque Él  nos ha dicho y en Él  no puede haber engaño << Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo>>.

¿Qué misión nos deja Jesús? Lo que Él fue e hizo en toda su vida, bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo enseñando a todos a guardar la Buena Nueva en sus corazones.Jesús hoy nos dice:

-       Haced discípulos míos
-       Bautizad
-       Enseñad
-       Guardad lo mandado

Este  es el camino pero también nuestra meta, nuestra misión de cada día.

Como veis, todavía nos queda un largo camino. Son tantos y tantos que evangelizar comenzando por nosotros mismos. Pues, ¡entonces será imposible, nadie nos escuchará!  Nada es imposible, todos juntos podemos hacer de la tierra un buen trozo del cielo, comenzando en nuestras familias, nuestras fraternidades, instituciones, trabajos, con nuestros amigos. Empezando donde nos hallemos. Empezando a tomar conciencia de que tenemos una gran labor, tenemos una gran finca que cultivar para que germine esa preciosa semilla que Cristo el Señor dejó sembrada bajo nuestra custodia. ¿Te toca regar, cultivar, pastorear, bautizar, enseñar? Esto se hace siendo un discípulo de Cristo que ante todo guarda con cautela y delicadeza todo lo que ha visto u oído de su Señor, Cristo nuestro hermano. Él nos enviará el Paráclito que nos indicará y nos recordará todo lo que nos ha dicho.

Lucas culmina este Evangelio con Jesús levantando las manos y bendiciendo. ¡Qué preciosos los detalles que recogen este Evangelio! Bendecir- bien decir. Jesús no puede sino hacer y decir el bien sobre nosotros.

Nos unge con un aceite nuevo, el del Espíritu Santo para conocer la verdad y hacerla llegar a todo el Mundo “mundial” sanando y curando el corazón humano.
Cada uno de nosotros somos el Hijo predilecto, el Hijo del Amor de Dios.

FELIZ SOLEMNIDAD A TODOS Y A TODAS.

Que Dios nos bendiga a todos.

Hna. Catalina Mª Inmaculada Ohp


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