<<LIBRES NO MAS ESCLAVOS, PARTICIPES
DE LA LUZ VERDADERA>>
Las lecturas de este día nos
llevan al encuentro con la luz verdadera. Esa luz que alumbra al mundo entero y
que nos debe penetrar y transformar. Esto es lo que celebramos en este día de
la vida consagrada. Esta es nuestra vocación y misión, dejarnos empapar por la
palabra de Dios que alumbra hasta lo más hondo de nuestros corazones.
Ante la incredulidad del pueblo
elegido ¿Dónde está el Dios de la justicia?, y curiosamente una pregunta que
suelen hacer los enemigos de la existencia de Dios tanto entonces, como ahora,
esta misma pregunta la encontramos en la boca de los sacerdotes Israelitas, y
la encontramos efectivamente en boca de casi todos los que creemos en la
presencia de Dios. Efectivamente y naturalmente cuando nos fallan nuestras fuerzas limitadas en las que habíamos confiado o sencillamente
porque Dios no es el centro de nuestra vida, por nuestra infidelidad. El
profeta Malaquías ante esa infidelidad anuncia la llegada inminente de un
mensajero que volverá a purificar a los hijos de Leví, a los sacerdotes,
eliminando la deslealtad y eso requiere
una renovación sincera. Malaquías rechaza la tergiversación que se ha hecho del Dios justo y nos da a
entender que ese Dios que a veces nos parece injusto es Él mismo que ama con
locura a su pueblo. Dios no nos castiga, Él es fidelidad plena, sino que nos deja que seamos responsables de
nuestras infidelidades. Creo que es un momento oportuno de preguntarnos, ¿somos
capaces de permanecer fieles, con nuestros ojos en el que inicia y completa
nuestra fe aun cuanto no hallamos respuesta ninguna, ni una chispa de luz,
cuanto todo nos parece oscuro?
Esta pregunta que a menudo
hacemos en cualquier vocación de la vida a la que estamos llamados, nos la
afianza la carta a los Hebreos << Y
como los hijos comparten la sangre y la carne, de igual modo (Cristo) participó
de ambos, para que así, por la muerte, destruyera el que tenía el dominio de la
muerte, el satanás y liberar a los que por miedo a la muerte estaban de por
vida sometidos a la esclavitud>> Hb 2,14-15. Hermanos ¡qué gran Amor,
con que nos amó nuestro Abba! Si Él se
había comunicado antiguamente con el pueblo elegido por los profetas ahora en
cambio, llegado a la plenitud de los tiempos, se nos ha dado a conocer de una
forma incomparablemente mejor: por medio de su propio Hijo. Su sangre, su carne
lo podemos tocar en la persona de este Hijo suyo. Aquel que permanecía
invisible, intocable, Aquel que se manifestaba por relámpagos, temblores, por
el fuego, el viento…se ha hecho visible, tangible, cercano…en la persona de Jesús.
¡Qué mejor regalo que esta excelencia revelación del Hijo! Ya no hay ningún
temor, somos libres no más esclavos. Y si así se ha dignado Dios compartir mi
misma sangre y mi misma carne ¿Quién es el hermano para mí? ¿Al mirarle qué me
dice su presencia? ¿Es que me puedo salvar solo? En los detalles de la vida
cotidiana es el medio por el cual Dios desea que nos <<hagamos cargo de
la raza humana, del prójimo, del hermano…>>
Pues <<portones alzad los
dinteles, que se alcen las antiguas
compuertas, va a entrar el Rey de la gloria… ¿Quién es este Rey de la
gloria? El Señor, Todopoderoso, es el Rey de la gloria>> Hoy en esta
fiesta de la Presentación en el Templo, nuestro Señor, envuelto en pañales
viene a nuestro encuentro. Éste que cupo en el pequeño claustro de María, viene
a nuestra pobre morada. No le importa el
estado en que estés, solo desea una cosa, que le abras las puertas de tu
corazón de par en par, que le concedas el primado. Que extiendas las manos para
acogerle, para abrazarle…espera oír de ti <<siéntete en tu casa>>.
Solo Dios desea que nos demos cuenta de su AMOR ENTREGADO, de ese amor que nos
revelan todas las criaturas, ese amor que se halla en capa capucho de flor que
abre hasta en el crecimiento de la talla más diminuta de la hierba. Ese Amor de Aquel que se deleita hermanos en
la misericordia. Ese Amor que se reveló en la mano divina de Jesús cuanto tocaba
al enfermo y lo curaba, cuanto liberaba al esclavizado por el demonio, al
resucitar al muerto, al alimentar a los cinco mil, al llorar con quien lloraba,
al perdonar al pecador, al gozar con el que gozaba y al extender las manos para
que fueran clavados junto a la cruel madera por ti y por mí, Y como si no fuera
bastante con todo aquello alzó la voz portentosa implorando nuestro perdón a su
Padre por haberlo crucificado y condenado a muerte. Éste es el que viene a
nosotros hoy y siempre. El que nos trae la luz
clara y eterna.
Hoy María y José con el niño
Jesús van al Templo para cumplir con el rito de la purificación. Cierto que la
madre va a purificarse y también consagran a Dios su primogénito según la ley.
Qué grande es la esperanza de quien vive atento a los acontecimientos del día
como Simeón y Ana que viven con la
esperanza de ver al Mesías, son los <<anawines>> igual que la pobre
Nazarena con José. Estas son la esperanza de Israel. Una minoría que no ha
dejado nunca de confiar en la promesa divina pase lo que pase. Hombres y
mujeres de fe y de esperanza. Son los humildes enaltecidos por Dios. Los pobres
que poseen todo. Simeón no pudiendo contener la alegría inmensa que rompía sus
huesos se rompe a la acción de gracias. Ya he visto la luz que se revelará a
todas las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Cristo es la luz que ilumina a
todos y los alegra con su claridad, pero es también Aquel que con su luz
desconcierta y ciega, es Aquél que
traerá la división…para todo aquel que no capta su luz verdadera. Es Jesús cargado de nuestra humanidad que
viene a mezclar con su pueblo, tu y yo.
Cristo viene a nosotros, no
permanezcas indiferente; ya entra el Rey Soberano, ábrele las puertas de tu
corazón…
PAZ Y BIEN A TODOS.
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