El antiguo Convento de los padres franciscanos
en Belalcázar, fue ocupado por las Hermanas Pobres de Santa Clara en el año
1.490. Vinieron a este lugar hermanas procedentes del Convento de Nuestra
Señora de la Consolación de Calabazanos (Burgos), trayendo un trozo de la
Columna en la que ataron a Jesucristo para azotarle. Llegaron el 21 de febrero
de 1.494 y desde entonces se llamó Convento de Santa Clara de la Columna. Las
principales fueron dos hijas del Maestre de Santiago, don Rodrigo Manrique,
primas hermanas de Doña Elvira de Zúñiga, llamadas doña Catalina y doña Luisa
Manrique, religiosas de gran virtud y aprobación, por lo que fueron nombradas
abadesa y tornera, respectivamente, del convento.
En el año 1.493, tanto Santa Clara de la
Columna, como Los Cinco Mártires de Marruecos (nuevo convento edificado para
los padres franciscanos), son desligados de la Custodia de Santoyo y acogidos a
la de Santa María de los Ángeles, fundada por Fray Juan de la Puebla. Admitido
ya este convento a la obediencia de la Provincia de los Ángeles, Fray Juan de
la Puebla hizo unas constituciones muy rígidas para que fuesen observadas por
las monjas de Santa Clara de la Columna y mandó se guardasen a la letra en
dicho convento.
La Reina Católica Doña Isabel teniendo
noticias de la santidad de la comunidad de Santa Clara de la Columna pasaba
hacia la conquista de Granada se hospedó en ella unos días, “con la
experiencia, y trato de las religiosas comprobó la opinión y vio su religiosa
virtud” y concedió a la comunidad algunas mercedes y gracias.
Después de esta
brevísima introducción nos desplazamos a la celebración ferviente en honor de
Nuestro Padre Jesús atado a la columna, fiesta que en sus días se celebraba el
día catorce del mes primero y por ser entre la semana, fue desplazado al
domingo después del Bautismo del Señor.
Esta escena Evangélica, muy frecuente en el
arte cristiano nos lleva dentro del ciclo de la Pasión. Quisiéramos ir más allá
y poder ver con nuestros propios ojos desnudos a Jesús en el pretorio de Jerusalén
dirigido por Poncio Pilato. Para llegar aquí, Jesús ha sido sometido al interrogatorio por Anás suegro de Caifás el
gran sacerdote. Jesús no pasa en estos lugares de fiestas, ni siquiera los
suyos se le acercan, ni tampoco sus acusadores ya que permanecen fuera y las
autoridades salen y entran para
interrogarlo. Jesús sabe perfectamente el juego que traen en las manos
mundanamente autoritarias. Jesús contempla la miseria humana, cuando exhibido
ante la multitud, después de que Pilato ha dialogado con él y lo encuentra inocente, decidiendo así castigarlo
y soltarlo, aunque acaba cediendo a la voluntad de los
acusadores, se tapan sus oídos con el
griterío potente de hombres caducos, ciegos y sordos de corazón << ¡crucifícale,
crucifícale!>> pero Él tiene seguro una cosa <<mi Reino no es de
este mundo>>. Jesús en esta escena a punto de ser azotado inhumanamente y
crucificado como un malhechor, manifiesta su condición de Rey verdadero y su
misión de transmitir la verdad a todos los que quieran aceptarla. Es el rey que
no ha venido a dominar como todos pretendemos, sino a entregar su vida por
todos << ¡Si, soy Rey pero mi Reino no es de este mundo!>> ¡Qué
hermosa lección hermanos míos!
Hermanos a mí me llama mucho la atención la
actitud de Jesús, - sabedor de que cuanto sucede forma parte del plan de Dios y
traerá la salvación a la humanidad –, una actitud de mucha confianza y
serenidad. Él no solo acepta conscientemente todo el proyecto de su Padre, sino
que va ofreciéndose para que se pueda realizar esta obra Salvífica sin demora
alguna. Se dispone a la voluntad divina. ¡Cuántas veces nos resistimos en
nuestras pequeñas voluntades olvidando la suya! ¡Cuántas veces perdemos el
momento justo de Dios para con nosotros porque queremos torpemente mantener
nuestra postura bajo cualquier pretexto!
No me extraña que en este momento Jesús se
acordara e incluso repitiera para sus adentros aquella oración ultima en el discurso
de despedida a sus discípulos; aquello que humanamente les pudo parecer una
separación abismal, para luego descubrir que era la presencia permanente <<He manifestado tu nombre a los que,
sacándolos del mundo, me entregaste. Tuyos eran, pero me los diste a mí; y
ellos han guardado tu palabra (….) yo no estoy ya en el mundo; pero ellos se
quedan en el mundo, mientras que yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu
nombre, en ese nombre que me has dado, y velé por ellos; ninguno de ellos se
perdió sino el Hijo de la perdición (…) el mundo los odia porque no son del
mundo, como tampoco lo soy yo. No te pido padre mío que los saques del mundo,
sino que los guardes del maligno. Conságralos en la verdad, tu palabra es la
verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los envió al mundo y por ellos
me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados en la verdad
(…)>>.
Ante tal escena desgarradora, podemos
contemplar el sufrimiento del espíritu, la tristeza por la cobardía humana, la
angustia por la muerte inminente y la soledad de separación con los que tanto
amaba. De esto podemos añadir todo el dolor físico que pudo pasar en esta
columna abrazadora. Un momento saturado por toda clase de sufrimiento,
vejaciones y desprecios. No olvidemos el significado de la flagelación entre los
romanos, al flagelado se le estimaba
carente de todo derecho como persona y toda consideración como humano. Es más
quedaba totalmente a merced de los verdugos. A menudo se desmayaba bajo los
golpes para no decir que tantas veces perdía la mismísima vida. Razonablemente
el profeta Isaías lo describe el siervo de Yahvé << desfigurado, no
parecía hombre ni tenía aspecto humano, era despreciable y deshecho de hombres,
varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el
rostro…>>.
Hermanos ¿qué más diremos? Éste Señor, que
apenas lo conocemos por ser desfigurado es nuestro modelo. Nosotras, las
hermanas de esta fraternidad pobre de Santa Clara nos sentimos orgullosas de
poseer a tal Señor. Hemos consagrado nuestras vidas, nuestro ser y nuestra
persona a éste siervo de Yahvé. Dios
junto a su Hijo nos confían una misión: de implantar el derecho y la justicia,
de ser alianza de su pueblo, de brillar como luz de las naciones.
Clara de Favarone, asissiense,
supo poner orden a sus deseos y a su vida enamorándose de este
desfigurado. Se enamoró tanto que no pudo ni más ni menos que ser su espejo
dando comienzo así a nuestra vida escondida en Cristo, y nos exhorta
encarecidamente << a mirarnos atentamente en este espejo, (Cristo pobre y crucificado) y observar en Él sin cesar nuestro rostro>>. Ella,
sabedora de la soberbia que arruina la naturaleza humana y que nos puede impedir este camino bello nos dice <<
míralo hecho despreciable por ti y síguelo, hecha tu despreciable por Él en
este mundo>>, << y si alguien te dijera o te aconsejara otra cosa
que impida tu perfección o que parezca contaría a la vocación divina, aunque
debas venerarlo, no quieras, sin embargo, seguir su consejo sino como virgen
pobre abraza a Cristo pobre>> ¡Qué mujer más sabia y “atrevida”!
Pues bien, esta es la vida a la que nos sentimos llamadas y nos alegramos de ello.
Pero al no poder llegar a toda la gente, te invitamos a que te unas en nuestro grito de justicia sobre todo por
los más débiles, por tantos ciegos que están privados de libertad y no solo
materialmente sino también espiritualmente. Para todo ello trataremos de actuar
con mansedumbre identificándonos con la persona de Cristo que supo decir
<<mi Reino no es de este mundo>> optando así por ir contra la marea
mundana que muchas veces oprime, “injustamente”, empobrece,
esclaviza…dispuestos a ir contra muchos que han decidido andar tacañamente,
olvidando que todo pertenece a todos, porque sencillamente en su corazón no hay
lugar para el amor.
Hoy en día, todavía siguen siendo los pobres
los que son explotados injustamente y consciente o inconscientemente sus
sudores y lágrimas son explotados para escalar el poder unos pocos.
Pedimos al Señor atado a la columna que nos
conceda beber del torrente de sus delicias para que pueda fortalecer nuestra
fragilidad humana. Que al acercarse a su
mesa eucarística podamos embriagarnos de gozo celestial y que este gozo nos
lleve al encuentro con el prójimo. No anhelamos hermanos otros manjares que no
sea el manjar de Cristo y ¿sabes qué? Tú y yo somos los primeros invitados.
Que este espejo (Cristo) que nos habla por medio de su palabra ponga al
desnudo nuestra vida y nos revele los secretos más íntimos del corazón. Que nos
hiera nuestra vida falsa provocando así un cambio verdadero. Que te sintamos
como un fuego devorador encerrado en nuestros huesos como a otro Jeremías y
salgamos como una lava viva a una explosión verdadera, que empape nuestro
corazón con tu sabiduría divina para poder resistir muchas veces a nuestros quereres
y a decirnos en cada instante <<mi Reino no es de este mundo>>.
Quisiera
terminar con unas palabras en la que un sacerdote se dirige a un hermano en el sacerdocio
de este modo: <<la palabra de Dios es un hierro al rojo vivo, y tú, que
debes enseñarla a los otros, ¿quieres cogerla con las tenazas por miedo a que
te queme?¿No la cogerás mas bien con las dos manos? (Diario de un cura rural).
Pues tú y yo somos los primeros y ¡qué pena si
este Triduo en honor a Jesús a la columna no te dices, ni me dice nada!
Que Dios os bendiga hermanos. Paz y bien.
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