Lc 1, 38
En la anunciación, nos
encontramos con; una virgen (María) desposada con José de la casa de David y
que recibe una gran noticia del cielo. El ángel entrando en su aposento la
llama la <<llena de gracia>> y aunque ella se conturba ante tal
palabras le asegura de que no tiene por qué temer ya que ha hallado gracia
delante de Dios, que va a concebir en el seno y dará a luz un Hijo que pondrá
por nombre Jesús y éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor
Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su
reino no tendrá fin. María ante tal anuncio hace una pregunta muy natural y por
tanto muy razonable, pero oye ¿cómo va a ser esto puesto que no conozco varón? María tiene clara conciencia
de estar comprometida y lo que suponía este compromiso. Pero ante esta realidad
el ángel le dice <<el espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra (…)>>.
María una joven comprometida
reconoce muy vivamente la discriminación de la mujer y las reglas educativas
que debía cumplir a pie de la letra ya que a no ser así podría contraer muchos
problemas. Seguro que nos suena entre tantas la lapidación o la estrangulación
en mujeres casadas; ni siquiera las mujeres podían bendecir la mesa, no eran
aptas, ¿cómo entonces iba a explicarse aquella doncella de Nazaret comprometida
y embarazada antes de contraer el matrimonio, y, encima embarazada << por obra del
Espíritu Santo>>?, ¿a quién verdaderamente se le iba a hacer caso, porque
tampoco la mujer tenía derecho a prestar testimonio ya que como en Génesis (Gen
18; 15) era mentirosa? ¿Cómo se lo explicaría a sus benditos padres Joaquim y
Ana, además a su comprometido José, de la casa de David? Es de admirar que a
pesar de todo, María humildemente y
libremente se somete a la voluntad de Dios. Se entrega totalmente, se abandona,
se fía y dice <<he aquí la esclava
del Señor hágase en mí según tu palabra>>.
Queridos hermanos y hermanas, del
magníficat, podemos decir que María pertenecía a aquellos humildes de corazón
que día tras día esperaban la salvación y la redención prometida al pueblo
elegido de Israel; como el anciano Simeón que ya desea dormir en paz porque sus
ojos han visto la salvación (Lc 2,25) o la profetisa Ana que se alegra de haber
visto la redención de Jerusalén (Lc 2,38). Veamos en (Lc 1,46-55) que María se cuenta así misma entre los
<<anawines>> (los marcados por una humildad y pobreza concreta
rechazando así toda tentación que les pueda llevar al orgullo humano del poder,
del tener y del poseer). María se cuenta entre las personas oprimidas (v.48) que
son objeto del amor de Dios (v. 49-50), María condena la causa de los poderosos
(v.51-52 a). Ella sabe que Dios está de parte de las personas humildes y hambrientas (v. 52 b -53), María se
siente parte del pueblo que, dentro de Israel, no ha perdido la esperanza 8v.
54-55) y que continuamente se alegra de la promesa hecha a Abrahán y a su
descendencia para siempre (Lc 1,55).Lo que sucede en Nazaret, sobre la doncella
nazarena es un acto singular, único, en la cual un niño trae la salvación y la
redención al mundo entero. Es una intervención de Dios padre que nos hizo hijos
en el Hijo, hermanos del Hermano. Una filiación Divina que nunca llegará a
romperse, sellada con la Divina Sangre de Cristo. Es el <<kenosis>>
(abajamiento), de un amor que se vacía totalmente y que hace posible nuestra
exaltación (nuestra elevación) para que
así podamos compartir la misma vida de Dios. De esta obediencia humilde de
María estamos llamados todos los cristianos a llevar a Cristo al mundo, darle luz a Cristo en el mundo dando
testimonio de Él y difundiendo su mensaje de paz y unidad.
María, modelo perfecta de la
Iglesia, ese carnal privilegiado por la cual fluye el Manantial Original (el
Verbo Divino) sobre el cual debe remontarse toda la historia de la Iglesia; precisamente
porque ella acogió el anuncio del Ángel y desde el momento que dijo <<he
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra>>, en
este momento, el verbo eterno comenzó a existir como ser humano en el tiempo.
María <<la llena de gracia>> la amada de Dios libremente acoge la
palabra de Dios y de inmediato sale de prisa <<con prontitud>> a
ofrecer ayuda a su pariente anciana Isabel. María es pues imagen de una iglesia que está siempre en la salida
continua a dar a luz al mismo Cristo en el mundo entero, a acoger al otro
independientemente de su color, raza,
religión o estatus social; a
ofrecer calor al que muere de frio, a alimentar al que no tiene de comer, a
cubrir a quien está desnudo, a consolar al triste… Pero ¿porque María, a pesar
de todos los peligros que le podía pasar, se olvida de sí y sale al encuentro
del prójimo? Ciertamente porque se ha dejado llenar de Dios con una
disponibilidad total, se ha abierto a ese Amor total que es Dios, a ese único
Amor que permanece y al que todos estamos llamados a participar. Y, a partir de
ese encuentro personal con Dios; María no puede hacerse dueña de ese encuentro
sino como discípula perfecta del seguimiento e impulsada por la caridad va de prisa
a ofrecerse al otro, a practicar esa perfecta caridad que brota del corazón y
tiente al otro.
También vemos en María una mujer
que día a día vive el claroscuro de la fe; aquella que sale huyendo con su Hijo
para salvarlo, y se estremece ante la muerte de tantos inocentes; es aquella que
no entiende los problemas de su Hijo, ni por qué el rechazo social, es aquella que
mira pasivamente como juzgan y crucifican de muerte a su Hijo; es más, es
aquella que escucha las palabras entrecortadas de su Hijo ya a punto de morir como
un malhechor<<Mujer ahí tienes a tu hijo>>. Entonces le atravesaría el
corazón <<una espada de doble filo>> y resonaría en toda su vida terrenal las últimas palabras
de su Hijo amado de Dios <<mujer ahí tienes a tu hijo>> nada más y
nada menos que Juan, hijo de Zebedeo. ¡Vaya cambio!
María nos sorprende de nuevo
cuando huyendo los discípulos en la
noche de la pasión; ella firme y valiente aunque soportando el dolor
humanamente y razonablemente, se queda a pie de la cruz junto a su Hijo <<la
esperanza de Israel>>. María ve cómo respira su Hijo lentamente hasta
expirarse, lo ve morir colgado en esa cruz en la que morían los malhechores, María
ve morir la vida y la esperanza del pueblo santo de Dios, ¿pero acaso ha
fracasado Dios? ¿Cómo puede morir así aquel que es la vida misma, gritando
<<padre porque me has abandonado?>>. María experimenta el dolor más
grande y ha oye y ve con sus propios ojos cómo su Hijo después de encomendar su
espíritu a Dios su padre, ha reclinado la cabeza lentamente y ha dado su último
respiro. ¿Dios ha fracasado como parecía al inicio de la historia con Adán y
Eva o durante el destierro de Babilonia? Pero qué mujer tan humilde, ella
cuando la misión del Hijo llevado en sus entrañas lo exige, se aparta porque ha
comprendido bien su misión, humanizar a Dios y divinizar al hombre, darle ánimo
y alentar a los discípulos de su Hijo, recordarles que la vida cotidiana exige
mucha fe y mucha caridad. María es aquella que les recuerda día tras día que
todo en este mundo pasa y solo el AMOR permanece; ese AMOR que se olvida de sí,
se entrega al proyecto de Dios para darle al hombre vida.
Pero María no solo tiene una
relación singular con Cristo, el Hijo de Dios. Al estar totalmente unida a
Cristo, nos pertenece totalmente a nosotros. María es la madre nuestra porque
Cristo es hombre para los hombre y todo su ser es un ser para nosotros. También
igual que Cristo cabeza es inseparable de su cuerpo que es la iglesia, la madre
de la cabeza es también la madre de toda la iglesia.
Querid@s herman@s como Iglesia estamos
invitad@s a enamorarnos de Cristo, a ser una Iglesia esposa y madre que siempre
sale al encuentro del otro y así encarnar la perfección que Dios desea desde
siempre para todo ser humano. Ahora tú y yo somos ese puente terrenal que Dios
ha puesto en este mundo para realizar su proyecto de salvación, romper barreras
y abrirse a toda persona oprimida sea por lo que sea, es decir, misionar por los caminos tras las huellas del Hijo amado, de la virgen María su madre y de
los apóstoles.
En alabanza y gloria de Cristo.
Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario