domingo, 30 de octubre de 2016

JESÚS  MAESTRO DEL HOMBRE Y AMIGO DE LA VIDA

“Señor (…) amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho (…) perdonas a todos porque son tuyos, Señor amigo de la vida (…). Nos dice la primera lectura de este domingo del libro de la sabiduría. El amor de Dios Padre  al hombre y a todos sus criaturas es mucho más que lo que podemos pensar, independientemente de lo que el hombre, en su naturaleza débil y pecadora, sea lo que sea. ¿Y, cómo es posible? Porque Dios es Amor Fiel que nunca puede negarse y el hombre (tu y yo) tenemos la plena libertad de escoger el camino de vida que quisiéramos llevar a cabo. Por eso podemos exclamar de alegría con el Salmista <<bendeciré tu nombre por siempre Dios mío, mi Rey>>.

Pablo a su vez en la carta a los Tesalonicenses nos exhorta y nos recuerda la importancia de pedir continuamente a Dios que nos considere dignos de nuestra vocación, para que con su fuerza nos permita cumplir los buenos deseos y la tarea de la fe; es decir tenemos un Maestro tal que no podemos dejar de mirarlo y escucharlo asiduamente y también poseemos una vocación tal que nuestro Maestro espera que la desarrollemos para continuar su obra de salvación. ¿Conoces tu vocación? Realízala, pues con esmero para que Jesús nuestro Señor, sea tu gloria  y tú la gloria de Él.
Pero, hermanos, todos juntos hombres y mujeres estamos llamados a una vocación común, es la vocación del Amor, ese Amor que derrama continuamente del corazón del Padre a través de su Hijo Jesucristo. Roguemos pues día y noche para que merezcamos este Amor ya que nuestra condición humana tiende a inclinarse al mal, a la miseria. Vayamos a Cristo humildemente para que Él nos enseñe.

Lucas  (19,1-10) a su vez nos cuenta el encuentro de Jesús y Zaqueo, jefe de publicanos y rico, normalmente bajo negocios sucios. La gente, con toda razón, del mundo, lleno de criterios humano se sienten molestos ¿cómo es que el Maestro, que todos seguimos,  el Profeta Jesús se digna cobijarse en la casa de ese ladrón, un rico pecador?  Estos hermanos, son los criterios humanos que todos poseemos y de una u otra forma repetimos todos los días. Pero, el Amor de Dios es mucho más rico que lo que podemos imaginar. Es más, Él nunca deja perder a ninguno de los que ha creado. ¡<< Zaqueo baja, hoy tengo que alojarme en tu casa>>! La actitud de Zaqueo es impresionante, <<baja en seguida y lo recibió muy contento>>.
Hermanos Dios nos llama a cada uno con su propio nombre. Continuamente toca la puerta de nuestro corazón. No le importa tu forma de ser, ni tus pecados. Solo te pide una sola cosa; abrirle el corazón.
A Jesús no le importa la incomprensión de los hombres que le acarrea críticas, solo le importa salvar y volver a la vida a la oveja descarriada. Fue su misión entonces, y es  la tuya y la mía en el tiempo presente.

Dos preguntas que nos ayuden a profundizar más:
·         Jesús se retiró cuarenta días con sus noches para prepararse llevar a cabo la misión a Él confiada por el Padre ¿conozco mi vocación?
·         La misión de Jesús se centró en devolverle la vida al que la tenía perdida, enseñar al descarriado, ofrecer dignidad y libertad, su misión fue y es salvar a todo el que le recibiera. Yo, como seguidor de Cristo ¿trato de ofrecer vida, aliento…al que lo necesite o sigo con la misma incomprensión de los fariseos? ¿Qué hay en mí que tengo que cambiar porque me impide esta misión?
Dios se da a sí mismo y se comunica a cada uno en la medida en que nos abrimos a los dones de Dios durante toda nuestra vida.

Buen domingo a todos y que Dios os bendiga.

jueves, 27 de octubre de 2016

YO TE CONSAGRÉ PARA UN TRABAJO ESPECIAL


<<ANTES DE FORMARTE EN EL SENO DE TU MADRE, YA TE CONOCÍ, ANTES DE QUE TU NACIERAS, YO TE CONSAGRÉ PARA UN TRABAJO ESPECIAL>>


Paz y bien en el Señor;

Queridos hermanos y queridas hermanas, todos y todas hemos sido creados para un proyecto, un servicio, un trabajo, una llamada especial por lo cual hemos de comprometernos y cumplirlo. Cristo Jesús, nuestro hermano y nuestro Salvador y su Santísima Madre la Virgen María fueron y son los modelos más perfectos de este tomar conciencia y aunarse a la voluntad divina del Padre Celestial.

En mi primera publicación veíamos cómo la Virgen María, hija de Nazaret y de nuestra raza supo leer  los signos en  la plenitud de los tiempos y sin ningún rodeo se fió, se entregó y se abandonó enteramente y eternamente a la divina voluntad. Una mujer de nuestra raza, de nuestro mundo que vive constantemente con miedo y amenazado por la ley  y que a su vez muchas veces también esclaviza. ¡Qué mujer más atrevida, más valiente y más amorosa!

En esta tercera publicación no quisiera pasarme de largo tantos gritos que escuchamos (si es que no somos ignorantes) y vemos muy a menudo en nuestra bendita tierra: los gritos de nuestros hermanos más necesitados. Es verdad y hay que admirar y por lo tanto dar gracias y animar a  muchas personas que individualmente o por medio de organizaciones y  grupos eclesiales con corazón grande y con buena voluntad han dado el paso de ofrecer alimento, cobijo, calor, una visita, una mirada, la escucha, la alegría, la acogida… y sobre todo el AMOR y la DIGNIDAD humana a estos hermanos y hermanas nuestras, pero también es verdad que es mucho lo que nos queda por hacer.

 ¿Hermano mío y hermana mía, si acaso perteneces a esa mayoría que no quiere “complicarse la vida”, que no quiere comprometerse, que cierra los ojos ante tanta necesidad, que sencillamente piensa y dice <<esto no me toca a mí, que lo haga otro…, y que han decidido quedarse sordos, ante tantos golpes que golpean nuestras puertas: con la mirada, con la lagrima, con la muerte, con la falta de dignidad humana…o que han pensado como el “pobre rico” del Evangelio que llena sus graneros a costa de cualquier precio (no lo sabemos) y dice a su alma engañosamente <<alma mía ya tienes todo, ya posees todo, come, bebe, túmbate y disfruta la vida, pero Dios le reprocha muy fuertemente y le dice <<necio, esta misma noche te reclamarán la vida, ¿de quién será todo lo que has acumulado?>> ¡Qué fuerte reproche! Creo que a todos se nos pone el pelo de punta al mirar y contemplar seriamente este escenario que nos presenta Cristo.

Y ¿cómo no? también me lleva a la leyenda del mendigo que escribió Rabindranath Tagore en los días pasados, pero muy acertado  precisamente en este tiempo que nos toca vivir, en esta oportunidad que nos ofrece Dios para restituirle lo que él por su Divina gracia nos ha ofrecido, no porque lo merezcamos sino porque él lo quiso. Escribe Tagore:

        << ¡Iba yo pidiendo de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos como un sueño magnifico. Y yo me preguntaba maravillado, quien sería aquel Rey de Reyes. Mis esperanzas volaban hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontaneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se parró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra, diciéndome: ¿puedes darme alguna cosa? ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo y te lo di. Pero que sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para darte todo!>>

¡Qué bonita reflexión! Todos los que creemos y seguimos a Cristo nuestro hermano mayor, tenemos la esperanza de que algún día (si todavía no la tenemos) tendremos la felicidad verdadera, la felicidad plena que solo nos ofrece Dios que es el único camino, la única vida y la única verdad. Día y noche no cesamos de pedirle a Dios que nos conceda la paz, la alegría, el bienestar, la salud, la felicidad… y muchos más deseos que llevamos en nuestros corazones .Pero día y noche también nos olvidamos de que ya hace tiempo que Dios a través de su Hijo nos ofreció el don inmenso, el regalo más grande, se ofreció a sí mismo a todos nosotros en la persona de su Hijo amado, JESÚS. 

Esa es una verdad tan inmensa que todavía no acabamos de creérnoslo, es una verdad grabada muy profundamente y muy hondamente en nuestros corazones destrozados por el odio, la violencia, la envidia, el querer apasionadamente, el tener sin medida y “el mirar solamente a nuestro obligo” dejando de lado al otro, al compañero de camino, que sepamos que al llegar primeros ante Dios, él  nos preguntará “¿Dónde está tu hermano, donde está tu hermana?” Y desgraciadamente o agraciadamente ese Rey que nos AMÓ CON AMOR ETERNO, QUE SE HIZO HOMBRE PARA DIVINIZAR MI HUMANIDAD nos dice cada día en el rostro del hermano necesitado: “¿puedes darme alguna cosa?” Y nosotros por nuestro egoísmo, por nuestro orgullo de creernos mejores, por nuestras pasiones de querer, tener y poseer incluso nos sentimos merecedores de utilizar al otro por no decir de acapararlo. O simplemente sin mirarlos a la cara echamos nuestra mano en nuestro saquito y le damos un grano de nuestro montón.

Hermano mío y hermana mía muy amados en Cristo, este tipo de vida nos ciega, nos hace sordos y sordas, nos vuelve insensibles ante la necesidad del otro e incluso de nuestros familiares más cercanos, nos hace olvidarnos incluso de nosotros mismos, de quienes somos, y de qué Dios nos creó  y nos hizo venir a este mundo <<antes de formarte en el vientre de tu madre te consagré>>. Nunca nos equivoquemos pensando que esta frase solo es para los consagrados, que también, pero todos hemos sido llamados y llamadas a realizar la obra que el Señor pensó para nosotros, partiendo y tendiendo siempre hacia la CARIDAD. Es muy triste vivir o mejor dicho pasarse la vida sin darnos cuenta, y sin leer  lo que nos piden los signos de los tiempos. 

Es momento de descubrir la oportunidad que Dios nos ofrece para entregarle nuestro servicio a través del hermano, momento de ofrecerle cobijo a quien no tiene donde reclinar la cabeza, momento de consolar al que llora y ayudarle  a encontrar sentido en esta vida y de tener esperanzas nuevas, es momento de darle de comer al que no tiene, de ofrecerle de beber al que tiene sed, no solo de agua sino también de otras mil formas, momento de visitar al encarcelado, escucharle sobre todo y ayudarle a ponerse en camino, momento de visitar al enfermo y al anciano, echar rato con ellos y ellas y darle nuevas esperanzas y si no de esta tierra de la eterna, es momento de construir puentes de encuentro y no dejarnos  llevar por nuestros caprichos; de reconocer nuestros errores porque somos humanos y de caminar hacia la misma meta de paz, de unidad y de justicia, porque lo queramos o no hermanos y hermanas el destino es la mismo y tendremos que arreglarlo todo, pero todo antes de llegar y encontrarnos allí ante Nuestro Padre Celestial, precisamente porque el juicio será el  amor al prójimo, el hermano y la hermana que Dios me concedió. Es la única manera de mostrarle a Dios nuestra profunda gratitud por lo que Él ha hecho y sigue haciendo por nosotros sin merecerlo. Es así tan doloroso que nos volvemos ciegos y no nos damos cuenta de ese premio que Dios quiso concedernos y nos concedió desde el principio de los tiempos y está y permanece en lo más hondo de nuestros corazones.

Tal vez tendríamos que purificar nuestros sentimientos, volvernos sensibles para que nos duela el dolor y el sufrimiento del otro que es distinto de mí, que piensa de otra forma, que viene de otras culturas, que confiesa una fe distinta, que no es de mi color ni de mi raza…porque simplemente somos únicos y tú  en persona no puedes realizar el proyecto de Dios sobre mí, ni yo puedo realizar el tuyo. Hermanos y hermanas dejémonos moldear por Dios, dejémosle porque él nos llevará a un puerto seguro, que nuestra puerta interior nunca se cierre ante su visita y así podremos descubrir dentro de nosotros su morada, que nuestra atención sea dirigida siempre a él, pero claro por medio del hermano y de la hermana que necesita de mí. Porque como nos dice la Sagrada Escritura <<Una vida devota a las cosas es una vida muerta, un tronco seco; una vida moldeada por Dios es un árbol fructífero… y solo en El encuentra sentido nuestra vida.

Querido hermano y querida hermana, tal vez tendríamos que preguntarnos constantemente: ¿Por qué Dios me trajo al mundo? Él se fió de nosotros antes de que naciéramos, ¿cuál es su proyecto, su deseo sobre mí? ¿Existir sin vivir? ¿Qué me dice Dios ante el mundo presente? ¿Cruzarme de brazos y que se preocupe otro? ¿Que son cosas de ONG u  otras Organizaciones de ayuda humanitaria? ¿Qué mi trabajo “el dedo acusador” que nunca realiza nada pero lo controla todo? ¿O simplemente de tumbarme y disfrutar de la vida? Estas preguntas tendríamos que preguntárnoslas diariamente tanto tú como yo. Y si alguna vez nos damos cuenta de lo equivocados que hemos vivido en esta bendita tierra de todos, pues humildemente asumir nuestras responsabilidades con un nuevo vuelo, recordando lo que nos dijo mi padre y nuestro padre San Francisco de Asís <<pues comencemos hermanos, comencemos hermanas porque hasta ahora poco o nada hemos hecho>>

Que Dios les bendiga hermanos y hermanas, hasta pronto.

Pero ojo ¡DESPIERTA TU QUE DUERMES Y COMPROMETETE AL CLUB DE LOS VERDADEROS HIJOS DE DIOS!

                                                                                                                                                                                                   


domingo, 23 de octubre de 2016

Domingo XXX del Tiempo Ordinario,C, Lc 18,9-14

                                                              DOS CAMINOS DE ORACIÓN

Si el domingo pasado destacamos la importancia de orar sin desanimarse, hoy el Evangelio nos interpela con dos maneras de orar.

La primera: nos muestra como caemos tantas veces creyéndonos justos y limpios ante Dios, y engañosamente nos justificamos continuamente ante Él “Gracias Señor porque yo no soy como los demás, ladrones, injustos, adúlteros ni como ese publicano (hermano o hermana)”. Desgraciadamente nos sorprende esta manera de orar y me pregunto,

¿Cuántas veces nos justificamos ante Dios pensando que los demás son los culpables?

¡Cuántas veces juzgamos al otro porque claro, lo que ha hecho o dijo no me complace, hubiera sido como a mí me gusta!

¿Cuántas veces hemos alabado y bendecido mientras al que es distinto a mí le deseo el mal y fracaso?

¿Cuántas veces nos hemos sentido superior a los demás por una aprobación que nos hace, y hemos visto al otro como olvidado de Dios?

¿Cuántas veces nos hemos creído poseedores del otro, arrebatándole su derecho y su dignidad?

¿Cuántas veces hemos creído que Dios nos tendría que premiar de alguna forma por nuestras obras, y hemos olvidado que solo nos pide el Amor?

Y la lista podía seguir interminablemente…

Hermanos son tantas las veces que conscientemente o inconscientemente nos colocamos ante Dios como este fariseo que nos extraña su actitud. Solo hace falta recordarlo con paciencia y aceptación.

En la segunda manera de orar: nos encontramos con un publicano que no pudiendo levantar la cabeza y golpeándose el pecho humildemente ora “Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador”. Aquel que no es conocido por cumplir la ley como los fariseos “justos”, nos muestra hoy cómo el hombre no es nada ante Dios, como nos decía San. Francisco de Asís “el hombre es lo que es y nada más”. Y se podía preguntar ¿y qué es el hombre? Pecado, miseria, debilidad y limitación, nada más; lo otro que podemos poseer es gracia a Dios.

Este publicano viene a hacernos tomar conciencia de que en nuestra oración es importante reconocernos pecadores y humildemente pedir perdón al Señor “Dios mío ten piedad de mí que soy un pecador”. Nos viene a recordar que la única y verdadera justificación nos viene de Dios, quien sondea toda nuestra persona.

Es una lectura que nos coloca sobre la balanza para ver cómo caminamos en la humildad verdadera: que es reconocer y aceptar lo que somos. No compararnos nunca con el otro porque siempre existe una gran tentación de percibirnos mejores que él. Somos lo que somos y el otro es quien es, llamado a ser hijo de Dios como yo y juntos hemos de caminar sosteniéndonos a la fe y a la unidad que es el vínculo de la paz. Así construiremos cada vez un mundo mejor para todos. Nuestra casa común.

Paz y bien que Dios les bendiga.




jueves, 20 de octubre de 2016

LLAMADOS DESDE EL AMOR PARA EL AMOR
Por entonces tendría tres o cuatro añitos, y  era tan traviesa como todas las niñas de mi edad. Los juegos con mi “pandilla”  era lo que más me gustaba y sobre todo cuando nos reuníamos para  escuchar los cuentos de la abuela paterna. Me acuerdo de  aquellas noches, contemplando las estrellas que brillaban como la arena bajo el sol, alrededor del <<hermano fuego>>, con mis primos y escuchando muy atentamente la voz de la abuela para que no nos escapara ninguna de sus palabras, llena de sabiduría. ¡Qué escenarios más bonitos mirando a aquella mujer que nos  edificaba  con sus cuentos! Y nosotros con esas caras iluminadas de satisfacción al mirar  los gestos de la abuela…ya que se convertía ella misma en un cuento… ¡que bella experiencia! Hasta hoy resuena en mí claramente aquella experiencia…ah y, sobre todo el  famoso cuento “Fátima y la fantasma” que nos enseñaba la obediencia y las consecuencias de la desobediencia. Eran noches inolvidables y noches de sabiduría; contemplando aquella manta de estrellas, que iluminaba más que la luz misma.
Pero, mi niñez también fue muy marcada por muchas interrogantes, a los que nunca encontrábamos respuesta con mi hermano pequeño, con el que nos llevamos un año y medio. Nos preguntábamos: cómo podía salir la voz de nuestros adentros,  qué eran las lágrimas, y nos decíamos: ¿tendrá el cuerpo un río como el que pasaba por nuestra huerta? ¿De dónde viene tanta agua que cae como lagrimas?, ¿cómo podíamos cantar? ¿De dónde venía esa voz? ¿Por qué  papa no podía hablar como nosotros? ( mi padre es sordomudo y eso nos llamaba mucho la atención). ¿De dónde los distintos sentimientos? La verdad nos asombrábamos ante tantas maravillas y la conclusión nuestra era “hay un ser tan poderoso, tan grande, y tan soberanamente  inteligente que había realizado todo esto. No, no era cualquier ser, no era un ser como nosotros que somos limitados, era “un ser sin comparación alguna”. Con esa sencillez de los niños, nos sentábamos bajo la sombra del cinamomo y desde allí hablábamos de  nuestras cosas. Así ese deseo de conocer tal personaje dejó una huella impresa en nuestras pequeñas mentes.
A nuestras preguntas, aunque no formuladas directamente, las contestaba mi madre. Es de agradecer a Dios que nos bendijo con una madre que supo  leer nuestros interrogantes y procuró hacernos más conscientes de “Ese Ser”; nos condujo a las puertas de la Iglesia y nos enseñó a  amar a Dios en nuestros prójimos.
La iglesia era nuestro lugar más añorado como el de todo cristiano en África (y hablo de África porque es el lugar del que más conozco sus costumbres – lo que más sorprende para no decir lo más “raro” es que un cristiano  no se presenta a una iglesia en Domingo, porque los Domingos son días dedicados plena y absolutamente a Dios, sin más).
¡Cuánto deseábamos que llegara el domingo para despertar a las seis de la mañana y no para mirar dibujos animados,  ni para charlar, ni para contestar el “WhatsApp”, ni para  coger nuestro “Tablet” o para escuchar música, sino para ir a  la Escuela Dominical, a cantar, a bailar, a escuchar la palabra del Señor, a encontrar con los amigos y sobre todo a salir al altar para ofrecer a Dios nuestras peticiones, nuestra acción de gracias, para pedirle perdón por lo que hubiéramos fallado en nuestras casas o por pelearnos con los alumnos en la escuela!

Mil gracias les doy siempre a mis padres que me señalaron este camino tan vital y tan bonito desde una tierna edad, por desvivirse  para que sus hijos vivieran lo mejor posible, y educarnos a que Dios sea el centro de nuestra vida, fuere lo que fuere nuestra opción de vida. Tuve una madre que supo reunirnos todas las noches para la acción de gracias a Dios y para encomendarnos a él durante la noche y que también supo madrugar para que nos guiara a empezar el día con la señal de la cruz y para encomendarnos al cuidado de Dios durante el día. La falta más grande y más dolorosa para mis padres es no ir  a la Iglesia para la celebración de la Eucaristía y la de no atender a la oración de la tarde.
Ésta, amados en Cristo, es la más preciosa y valiosa educación que pude recibir de mi propia casa y que lo llevo muy adentro de mi corazón y estoy muy  agradecida. No olvido la mirada ensanchada de la fe que la Iglesia me regala y a muchas otras personas que Dios puso en mi camino para que me ayudaran. A todo ellos les recuerdo con mucho cariño y afecto.
Como veis fueron contestadas  mis muchas preguntas. Mi madre me señaló a ese Ser tan poderoso y sobre todo tan amoroso. Me hizo entender que Cristo dejó impreso su huella en la persona del otro, muy grabado en el fondo del corazón de cada hombre y mujer. Que Dios con entrañas misericordiosas nos hermanó a todos en la persona de su Hijo Jesús, de tal forma que ya nunca nos puede separar, ni el color de nuestra piel, ni la raza, ni la nación, ni las lenguas etc.
Me hizo saber con fuerza que él (ese ser tan grande) no me obliga a seguirle, sino que yo tengo la libertad de elección pero con clara conciencia de lo que nos proclamó el evangelio del Domingo XXI<<entrando por la puerta estrecha>>, sabiendo que la salvación es de Dios pero que me exige cierto comportamiento, mi cooperación con él de tal forma que si yo necesito esa salvación debo acoger su invitación, no porque Dios sea un “caprichoso” de “tú me das, y yo te doy” sino porque él me quiere responsable también de las decisiones tomadas en vida.
Mi madre me enseñó  a abrir mi corazón a Dios y a combatir valientemente todo aquello que me aleja de asemejarme más a Cristo: mi pecado y todo lo que no corresponde a ese amor entregado por Cristo desde la cruz. Ella, me hizo comprender que yo no era, ni ninguno de sus hijos, ni ninguna persona viviente “un accidente” en este mundo, que Alguien nos creó a todos por algo, para que existiéramos para siempre, que ese Alguien necesitaba y deseaba plenamente mi (nuestra) relación con él desde cualquier vocación que eligiera, que yo pertenecía a una familia aún más grande que la de mis padres y de mis doce hermanos; la familia de Dios, y nada menos que ser como su propio Hijo, Jesucristo, servirle y hacer realidad su proyecto sobre mí en este mundo. Este al fin seria el gozo y la alegría de Aquel que me había pensado desde siempre, desde que me formé en el vientre de mi madre.
 Este fue y es mi gozo de tener unos padres que me desearon lo mejor en este mundo: me  informaron, instruyeron, enseñaron y  me dejaron decidir mi camino con plena libertad.
Seguí creciendo y admiraba la vida llevada por los que se habían entregado a Cristo, me gustaba mucho escucharlos y verlos tan entregados y poquito a poco esas ganas de entregarle toda mi vida al Señor, fueron cada vez mayores e incluso le pedía que me concediera servirle en su viña a pesar de mis debilidades como aquellos hombres y mujeres, que en su vida sin decir casi nada decían todo.
 Por el camino me encontré con muchas ofertas que a su vez me ofrecía otros caminos de alcanzar la felicidad: tener un trabajo y ganar mi dinero, encontrar a un buen novio y casarnos para toda la vida, estudiar y alcanzar grandes conocimientos etc. y no sé si  por casualidad o porque esto formaba también parte de mi crecimiento personal, al terminar mis estudios, todas estas ofertas las tenía en mi mano, solo faltaba una cosa, dar el sí por mi parte, y yo tenía muy claro que con ello tendría una seguridad cierta en mi vida, y ya no tendría que depender de mis padres.
Pero los caminos del Señor son distintos y puedo decir sin ningún pudor que ninguna de esas ofertas daba satisfacción a mi corazón, yo sentía un vacío que ni una ni todas esas cosas  juntas podían llenarlo, yo deseaba un amor más grande, y sin duda lo tengo y lo poseo, del Rey del universo, un amor más sabroso, un amor sin fingimiento, y solo podía ser de Aquel que murió en la cruz por mí,  un amor que nunca falla aunque yo le fallare mil veces.
En las vacaciones cuando no teníamos clases me iba con grupos de voluntarias para ayudar a gente mayor o niños desfavorecidos, o simplemente visitar a enfermos en sus casas, ya que esto es muy de costumbre en mi Iglesia local: Dedicarle un tiempo  a quien te necesite. Trataba de frecuentar todos los encuentros que preparaban en la iglesia tanto de los maestros de las escuelas dominicales en la Diócesis, como juveniles. Trabajábamos mano a mano con otros jóvenes de otras iglesias, dado que esto estaba muy organizado para que los jóvenes no nos perdiéramos en nuestro camino de fe.  Habrá quien se desvíe de este camino pero es porque lo ha querido y yo personalmente me sentía con una gran responsabilidad por mi fe y la de los demás jóvenes que trabajábamos juntos. De ahí han salido buenos y felices matrimonios, sacerdotes y religiosos ejemplares, en fin, gente buena que han ofrecido su vida sirviendo en la Iglesia y en la sociedad en distintas profesiones. Fue y es una idea que realmente que nos ayudó y ayuda mucho a los jóvenes. Es para mí una verdadera alegría cuando me comunico con muchos de ellos y me cuentan lo felices que son; con dificultades; pero que saben ponerse en las manos del Señor, y que saben solucionar sus problemas a la luz de la fe, esa fe que nos enseñaron de tiernas edades y que hemos ido cultivando día a día.
Yo quise finalmente LIBREMENTE y CONSCIENTEMENTE, (y hago mucho hincapié en este punto, ya que hay quien piensa que los extranjeros en los conventos fuimos secuestrados, no sé de qué forma) servir al Señor separándome del mundo para estar más en contacto con él a través mi oración.
No perdí mucho tiempo pensándolo porque ya ardía mi corazón al pensar que ese Alguien tan importante, <<el más bello de los hombres>> me esperaba. Abandoné un trabajo muy bueno, ya traía conmigo mis estudios, dejé mis amigos, mi tierra querida de Kenia y  cómo no a mi muy querida familia.
Aun me resuenan muy vivas las últimas palabras de mi madre <<hija estamos muy contentos por ti, por tu elección de vida  aunque nos duela la separación. Pero vete, entrégate a Dios sin mirar hacia atrás y nunca se olvide de nosotros, como nosotros de ti>> y se le cayeron las lágrimas. Era una separación dolorosa, un partir sin saber si volveríamos a encontrarnos algún día pero la fe nos lo prometía, si no pronto, más tarde. Partí de mi pueblo con una sola certeza que la tengo hasta el día de hoy “Dios me llamó pues él se dispuso a ocupar mi lugar en casa”. Salí sin saber nada de lengua castellana, sin saber por dónde estaba España pero con mucha confianza de llegar y realizar mi servicio de entrega al Señor, y esa confianza me trajo hasta aquí a España en estas tierras Andaluzas  de Belalcázar “el pequeño rinconcito del cielo” (así lo llama la gente que lo conoce) con mis once lindas hermanas que día tras día nos dedicamos con solicitud y empeño a seguir las huellas de Cristo, tras el carisma y testimonio de vida dejado por nuestros muy queridos fundadores y hermanos nuestros, San Francisco y Santa Clara de Asís. Soy muy feliz y estoy muy contenta sirviendo al Señor en esta su viña a pesar de mis debilidades, pero siempre recordando las palabras de nuestra hermana y madre Clara en su IV Carta a Inés de Praga << ¡Llévame en pos de ti, correremos al olor de tus perfumes oh esposo celestial! Correré, y no desfalleceré, hasta que me introduzcas en la bodega hasta que tu izquierda esté debajo de mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente, hasta que me beses con el ósculo felicísimo de tu boca>>.
Dios nos llama y nos sigue llamando a seguirle, intentemos no hacer oídos sordos porque él no grita, su voz es muy suave y muy dulce y muchas veces pasa sin ser percibido. Yo personalmente les diría a los padres y les exhortaría a no echar la gracia de Dios en saco roto; los hijos son una gracia inmensa de Dios, él nos los confía; eduquémosles  pues  a poner a Dios en el centro de su vida, a abandonarse en manos de Aquel que ama y corrige sin herir, a alimentarse con su Palabra. Démosle esta fe que hemos recibido de otros y nunca nos avergonzaremos ni de nosotros mismos, ni de ellos.
Que Dios les bendigan a todos. Paz y Bien.
                                                                                                  

domingo, 16 de octubre de 2016

Domingo XIX Tiempo Ordinario, C, Lucas 12, 32-48



Estamos muy queridos hermanos ante una pregunta que quisiera con todo respeto personalizar en cada uno de nosotros, por ejemplo, ¿si viniera el Hijo del hombre hoy, encontraría fe en mí?  Sería posible que Él me diga, “¡en toda la tierra no he encontrado ningún hombre, ninguna mujer con tanta fe!”. Pues bien a partir de esta pregunta que nos plantea el Evangelio de hoy, podíamos cada uno de nosotros mirar atentamente, y si cabe decir examinar nuestros corazones ante Él, que todo lo ve y todo lo conoce.

¿Yo creo? Y, si creo ¿en qué realmente pongo mi fe? ¿En el poder, el tener, el saber o en un Dios que todo lo puede hasta lo imposible, un Padre que constantemente me interroga con su vida entregado por mí  a través de su Hijo único y muy querido, en la persona tangible de mis hermanos?

¿Crees en un Dios que se abajó para encarnarse en el vientre de una pobre joven nazarena? ¿Un Dios que no nació en un palacio sino en un pesebre entre los animales, que olió a estiércol en su muy tierna edad? ¿Un Dios que conoció la persecución de los indefensos y vivió la suerte de los extranjeros? ¿Un Dios que fue considerado fuera de sus cabales por los suyos y rechazado rotundamente por los que lo vieron crecer en estatura y en sabiduría; por su pueblo? ¿Un Dios que ante un pueblo insensible y ciego fue torturado, crucificado y muerto en la cruz, porque maldito aquel que moría colgado en una cruz? Oye lo que te digo ¿Crees en este Dios?

Pues bien, a este Dios en el que yo personalmente creo firmemente, lo vemos en toda su vida terrenal clamando continuamente “hazme justicia”. Hoy muy querido hermano y hermana, tú y yo somos a los que han sido confiados a esta obra de salvación a los que continuamente gritan “hazme justicia”. Hoy tú y yo somos sus manos para abrazar al que necesita consuelo, somos sus pies para llegar a aquel que no tiene nadie a su lado, somos sus ojos para iluminar el mundo con una mirada nueva, una mirada que nos lleve a acercarse cada vez más al que sufre, somos sus oídos para oír y responder sin demora a tantos clamores de justicia, somos su boca para “proclamar su palabra, insistir a tiempo y a destiempo reprochando, reprendiendo y exhortando con toda paciencia y deseo de instruir”. Tú y yo somos los primeros llamados a hacer esa justicia al marginado, al hambriento, al enfermo, al encarcelado, al sediento, al niño y al anciano.

¿Qué cómo es posible? Creer es admitir lo imposible. No te quedes en la superficie de la fe, rema mar adentro de tú corazón e interrógate sobre la fe. Si encuentras algo de fe en ti, camina hacia adelante como un buen soldado de Cristo en la tierra, de tal forma que Dios pueda contar contigo en la salvación del mundo. Al contrario, trata de darle nombre a todo lo que te impide cree en este Dios sufriente en los hermanos que nos rodea o en nosotros mismos porque la atención misma te ayudará encontrar respuesta, y evita muy querido hermano y hermana todo lo que te aleje de ese Dios Padre misericordioso y bondadoso. Nuestro Padre celestial lleno de Amor.
                                                             
Paz y Bien, hermano y hermana que Dios te bendiga.


sábado, 15 de octubre de 2016

MARÍA DE NAZARET


<< He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra>>
 Lc 1, 38

En la anunciación, nos encontramos con; una virgen (María) desposada con José de la casa de David y que recibe una gran noticia del cielo. El ángel entrando en su aposento la llama la <<llena de gracia>> y aunque ella se conturba ante tal palabras le asegura de que no tiene por qué temer ya que ha hallado gracia delante de Dios, que va a concebir en el seno y dará a luz un Hijo que pondrá por nombre Jesús y éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin. María ante tal anuncio hace una pregunta muy natural y por tanto muy razonable, pero oye ¿cómo va a ser esto puesto que  no conozco varón? María tiene clara conciencia de estar comprometida y lo que suponía este compromiso. Pero ante esta realidad el ángel le dice <<el espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (…)>>.

María una joven comprometida reconoce muy vivamente la discriminación de la mujer y las reglas educativas que debía cumplir a pie de la letra ya que a no ser así podría contraer muchos problemas. Seguro que nos suena entre tantas la lapidación o la estrangulación en mujeres casadas; ni siquiera las mujeres podían bendecir la mesa, no eran aptas, ¿cómo entonces iba a explicarse aquella doncella de Nazaret comprometida y embarazada antes de contraer el matrimonio, y,  encima embarazada << por obra del Espíritu Santo>>?, ¿a quién verdaderamente se le iba a hacer caso, porque tampoco la mujer tenía derecho a prestar testimonio ya que como en Génesis (Gen 18; 15) era mentirosa? ¿Cómo se lo explicaría a sus benditos padres Joaquim y Ana, además a su comprometido José, de la casa de David? Es de admirar que a pesar de todo,  María humildemente y libremente se somete a la voluntad de Dios. Se entrega totalmente, se abandona, se fía y dice <<he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra>>.

Queridos hermanos y hermanas, del magníficat, podemos decir que María pertenecía a aquellos humildes de corazón que día tras día esperaban la salvación y la redención prometida al pueblo elegido de Israel; como el anciano Simeón que ya desea dormir en paz porque sus ojos han visto la salvación (Lc 2,25) o la profetisa Ana que se alegra de haber visto la redención de Jerusalén (Lc 2,38). Veamos en (Lc 1,46-55)  que  María se cuenta así misma entre los <<anawines>> (los marcados por una humildad y pobreza concreta rechazando así toda tentación que les pueda llevar al orgullo humano del poder, del tener y del poseer). María se cuenta entre las personas oprimidas (v.48) que son objeto del amor de Dios (v. 49-50), María condena la causa de los poderosos (v.51-52 a). Ella sabe que Dios está de parte de las personas  humildes y hambrientas (v. 52 b -53), María se siente parte del pueblo que, dentro de Israel, no ha perdido la esperanza 8v. 54-55) y que continuamente se alegra de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia para siempre (Lc 1,55).Lo que sucede en Nazaret, sobre la doncella nazarena es un acto singular, único, en la cual un niño trae la salvación y la redención al mundo entero. Es una intervención de Dios padre que nos hizo hijos en el Hijo, hermanos del Hermano. Una filiación Divina que nunca llegará a romperse, sellada con la Divina Sangre de Cristo. Es el <<kenosis>> (abajamiento), de un amor que se vacía totalmente y que hace posible nuestra exaltación (nuestra elevación)  para que así podamos compartir la misma vida de Dios. De esta obediencia humilde de María estamos llamados todos los cristianos a llevar a Cristo al mundo,  darle luz a Cristo en el mundo dando testimonio de Él y difundiendo su mensaje de paz y unidad.

María, modelo perfecta de la Iglesia, ese carnal privilegiado por la cual fluye el Manantial Original (el Verbo Divino) sobre el cual debe remontarse toda la historia de la Iglesia; precisamente porque ella acogió el anuncio del Ángel y desde el momento que dijo <<he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra>>, en este momento, el verbo eterno comenzó a existir como ser humano en el tiempo. María <<la llena de gracia>> la amada de Dios libremente acoge la palabra de Dios y de inmediato sale de prisa <<con prontitud>> a ofrecer ayuda a su pariente anciana Isabel. María es pues imagen de  una iglesia que está siempre en la salida continua a dar a luz al mismo Cristo en el mundo entero, a acoger al otro independientemente de su color, raza,  religión o estatus social;  a ofrecer calor al que muere de frio, a alimentar al que no tiene de comer, a cubrir a quien está desnudo, a consolar al triste… Pero ¿porque María, a pesar de todos los peligros que le podía pasar, se olvida de sí y sale al encuentro del prójimo? Ciertamente porque se ha dejado llenar de Dios con una disponibilidad total, se ha abierto a ese Amor total que es Dios, a ese único Amor que permanece y al que todos estamos llamados a participar. Y, a partir de ese encuentro personal con Dios; María no puede hacerse dueña de ese encuentro sino como discípula perfecta del seguimiento e impulsada por la caridad va de prisa a ofrecerse al otro, a practicar esa perfecta caridad que brota del corazón y tiente al otro.

También vemos en María una mujer que día a día vive el claroscuro de la fe; aquella que sale huyendo con su Hijo para salvarlo, y se estremece ante la muerte de tantos inocentes; es aquella que no entiende los problemas de su Hijo, ni por qué el rechazo social, es aquella que mira pasivamente como juzgan y crucifican de muerte a su Hijo; es más, es aquella que escucha las palabras entrecortadas de su Hijo ya a punto de morir como un malhechor<<Mujer ahí tienes a tu hijo>>. Entonces le atravesaría el corazón <<una espada de doble filo>> y resonaría  en toda su vida terrenal las últimas palabras de su Hijo amado de Dios <<mujer ahí tienes a tu hijo>> nada más y nada menos que Juan, hijo de Zebedeo. ¡Vaya cambio!

María nos sorprende de nuevo cuando huyendo los  discípulos en la noche de la pasión; ella firme y valiente aunque soportando el dolor humanamente y razonablemente, se queda a pie de la cruz junto a su Hijo <<la esperanza de Israel>>. María ve cómo respira su Hijo lentamente hasta expirarse, lo ve morir colgado en esa cruz en la que morían los malhechores, María ve morir la vida y la esperanza del pueblo santo de Dios, ¿pero acaso ha fracasado Dios? ¿Cómo puede morir así aquel que es la vida misma, gritando <<padre porque me has abandonado?>>. María experimenta el dolor más grande y ha oye y ve con sus propios ojos cómo su Hijo después de encomendar su espíritu a Dios su padre, ha reclinado la cabeza lentamente y ha dado su último respiro. ¿Dios ha fracasado como parecía al inicio de la historia con Adán y Eva o durante el destierro de Babilonia? Pero qué mujer tan humilde, ella cuando la misión del Hijo llevado en sus entrañas lo exige, se aparta porque ha comprendido bien su misión, humanizar a Dios y divinizar al hombre, darle ánimo y alentar a los discípulos de su Hijo, recordarles que la vida cotidiana exige mucha fe y mucha caridad. María es aquella que les recuerda día tras día que todo en este mundo pasa y solo el AMOR permanece; ese AMOR que se olvida de sí, se entrega al proyecto de Dios para darle al hombre vida.

Pero María no solo tiene una relación singular con Cristo, el Hijo de Dios. Al estar totalmente unida a Cristo, nos pertenece totalmente a nosotros. María es la madre nuestra porque Cristo es hombre para los hombre y todo su ser es un ser para nosotros. También igual que Cristo cabeza es inseparable de su cuerpo que es la iglesia, la madre de la cabeza es también la madre de toda la iglesia.
Querid@s herman@s como Iglesia estamos invitad@s a enamorarnos de Cristo, a ser una Iglesia esposa y madre que siempre sale al encuentro del otro y así encarnar la perfección que Dios desea desde siempre para todo ser humano. Ahora tú y yo somos ese puente terrenal que Dios ha puesto en este mundo para realizar su proyecto de salvación, romper barreras y abrirse a toda persona oprimida sea por lo que sea, es decir,  misionar por los caminos tras las huellas del  Hijo amado, de la virgen María su madre y de los apóstoles.


En alabanza y gloria de Cristo. Amen.